Orgullo para transgredir


Año tras año las mismas voces no cesan de cuestionarnos sobre el por qué del Orgullo LGTB, sobre las razones para celebrar nuestro día de reivindicación. Para algunos, ya nos podemos casar y operar, ya está todo conseguido, y para otros no hay razones para estar orgulloso de ser marica, bollera o transexual, ya que ellos no celebran el hecho de ser heterosexuales. Afortunadamente, somos muchos los que no compartimos ninguna de estas posturas.

Sabemos que corren malos tiempos para defender la lucha, el esfuerzo y el compromiso, pero, debemos recordar que no todo está logrado. La discriminación y la intolerancia siguen presentes en nuestra sociedad y la igualdad social aún nos queda muy lejos: la escuela sigue siendo hoy un lugar de marginación e invisibilidad para las personas no heterosexuales y en muchos países del mundo ser homosexual se paga todavía con pena de muerte. Aún así existen numerosos motivos para celebrar con orgullo los avances que hemos conseguido, tantos como los que deben animarnos a continuar la lucha, a alzar la voz y a seguir reivindicando nuestra dignidad.

Un año más se acerca el 28 de junio y existe una multitud de razones, un sinfín de motivos para sentir orgullo. Cada cual podrá elegir los suyos libremente. Yo, personalmente, estoy orgulloso de ser marica, estoy orgulloso de haber abandonado definitivamente los complejos para poder vivir y disfrutar mi orientación sexual sin ataduras, pero aún siento más orgullo por ser miembro de ese problemático colectivo de “desviados sexuales” que ha causado y sigue causando tantas molestias y trastornos a los sectores más retrógrados y reaccionarios de esta sociedad, encabezados por la jerarquía eclesiástica. No podemos olvidar que maricas, transexuales y bolleras permanecemos hoy en el centro de la diana, expuestos a sus dardos más venenosos.

Estoy orgulloso de compartir mi vida y mi almohada con un hombre que me quiere y me aprecia tal y como soy, pero mi verdadera satisfacción llega cuando vivir mi orientación sexual libremente se convierte en una peculiar manera de hacer activismo social. Aunque a veces lo olvidemos, un beso o una caricia entre dos hombres o dos mujeres sigue haciendo tambalear hoy los pilares más firmes de esta sociedad machista, intolerante y homófoba que persigue con odio la diferencia. Me siento orgulloso de ser homosexual y estoy orgulloso de formar parte de esa disidencia colectiva que transgrede y cuestiona este sistema patriarcal, machista y homófobo. Para mí nuestro orgullo toma su sentido definitivo en esta constante lucha contra la intolerancia.

Sin embargo, también necesitamos orgullo para luchar contra nuestro propio conformismo y nuestra misma inercia. Queda mucho camino por recorrer en la consecución de la igualdad real y no serán escasos los obstáculos que encontraremos. Queremos una sociedad igualitaria y diversa, pero para ello debemos comenzar por respetar y fomentar la diversidad dentro de nuestro propio colectivo, asignatura todavía hoy pendiente.

Conocemos muy bien el concepto imperante ahí afuera: hombre, blanco, norteamericano o europeo, rico y heterosexual. Ese concepto uniformador y excluyente que tanto nos ha perjudicado a los y las diferentes y que ha servido en tantas ocasiones para justificar nuestra persecución. Y ahora, nosotros y nosotras, los “diferentes”, los que luchamos por construir esa “sociedad del arco iris” no podemos caer en el mismo error excluyente. No podemos cambiar esta definición por la de: hombre, homosexual, blanco, rico y metrosexual, ya que de esta forma estaremos ocultando los demás colores de nuestro diverso arco iris. No podemos seguir condenando al olvido y a la invisibilidad a aquellos y aquellas que valientemente han decidido reclamarse como diferentes entre los diferentes, como minoría dentro de la minoría. Lesbianas, transexuales y bisexuales se han visto históricamente desplazados, invisibilizados y obligados a soportar una doble discriminación, así como los adolescentes LGTB, los seropositivos, los discapacitados, los precarios, los inmigrantes, las personas que viven en el ámbito rural, las de la tercera edad…, y todas aquellas que han sufrido y sufren la discriminación por su orientación sexual como uno de tantos obstáculos para vivir su vida en libertad. El firme compromiso con nuestra propia diversidad se vuelve, pues, imprescindible para realizar nuestra aportación a esa nueva sociedad que tanto anhelamos: tolerante, igualitaria y diversa.

De nuevo el 28 de junio se acerca, y una vez más saldremos a la calle y reivindicaremos nuestro orgullo arco iris: orgullo para continuar la lucha por la liberación sexual, orgullo para transgredir y hacer tambalear esta sociedad uniforme e intolerante, orgullo para seguir construyendo la igualdad desde nuestro derecho a la diferencia y a la disidencia, también dentro de nuestro propio colectivo.

Alberto Hidalgo Hermoso